Una cita contigo.
“El viaje de mil millas comienza con un solo paso.”
Laozi
La sociedad nos marca la idea de hacer las cosas en compañía de alguien. Somos seres sociales, de eso no hay ninguna duda, pero se convierte casi en un estigma disfrutar de hacer las cosas solos.
Dejar atrás los prejuicios de otros y los míos propios me ayudó a descubrir una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: viajar sola.
Comer sola, ir al cine o al teatro con tu estupenda compañía suscita miradas en la mayoría de la gente que incluso pueden resultar incómodas. Muchas de las personas que hemos dado el paso de irnos al cine o de viaje solas nos hemos encontrado con ese comentario absurdo: "¿Vas sola? ¿Qué triste, no?"
Por eso me gustaría contarte hoy lo que me ayudó a dar los pasos necesarios para atreverme a lograrlo y así no depender de la agenda de otros para cumplir aquello que yo quiero.
Empecé a hacer cosas sin esperar a tener compañía, simplemente porque no me las quería perder. No quería perder esa película que nadie quería ir a ver conmigo, no quería perder esa obra de teatro, o no quería pasarme mis vacaciones encerrada en casa solo porque a nadie le cuadraban las fechas.
Así empezó todo.
Recuerdo ir a un pequeño y antiguo cine que solía poner películas independientes, nada de esos super cines con butacas reclinables. No sé qué película fui a ver, pero en realidad, lo importante de aquella primera vez ni siquiera era la película; lo más importante era saltar esa barrera que tenía en mi mente, que me decía que ir al cine sola era triste y que ese sería el primer paso para acabar siendo una vieja solitaria que llegaría a su jubilación rodeada de gatos.
Después de ese día, vinieron las escapadas al teatro o sentarme a comer sola en un restaurante con una maravillosa copa de vino.
Viajar y conocer la cultura de otros lugares es, sin duda, una de las cosas que más me gusta en el mundo.
Pero, ¿qué pasaba cuando tenía vacaciones y nadie tenía disponibilidad para poder viajar conmigo? Aquí se presentaba mi siguiente reto.
¿Estaba dispuesta a vivir a medias por no atreverme a dar el paso?
¿El miedo me iba a privar de conocer París o Guatemala?
¿Me atrevería a salir de mi zona de confort ?
Estas son algunas de las preguntas que me hice y por las que ahora puedo contarte que cosas me ayudaron.
Empieza poco a poco y hazlo con cosas que realmente te gusten mucho.
Si vas al cine a ver una peli que sea una que te apetezca muchísimo. Si vas a comer sola, que sea a tu restaurante favorito. Si vas a un concierto, que sea ese que no te quieres perder.
Se te hará mucho más fácil si empiezas por lo que más te apasiona.
Si todo esto ya para ti es pan comido y lo que te cuesta es dar el paso de atreverte a viajar, te cuento cómo lo hice yo.
Redescubre lugares que ya conozcas. Visitar una ciudad o lugar conocido solo en compañía de ti misma hace que vivas desde otro punto de vista y podrás disfrutarlo ahora de una manera diferente.
Empezar por lugares que conoces te aportara seguridad y ganarás confianza para seguir dando pasos.
Identifica tus posibles limitaciones y busca soluciones. Por ejemplo, si el idioma es un obstáculo, comienza por destinos donde se hable tu lengua. Si temes aburrirte, elige ciudades con muchas actividades. La clave es disfrutar y conocerte a ti mismo: qué te gusta, qué te hace feliz y qué obstáculos puedes encontrar. Conocerte bien te permitirá anticiparlos antes del viaje y elegir el destino adecuado.
Otra alternativa es hacer un viaje organizado. Te guían y te dan seguridad, especialmente si viajas lejos de casa o a lugares que realmente quieres conocer pero te sientes un poco insegura.
Viajar sola puede llevarte a conocer a mucha gente, ya sea en viajes organizados donde es común relacionarse con otros del grupo, o incluso en ciudades donde otros turistas pueden acercarse a ti al encontrarse en la misma situación. Sin duda, es una gran oportunidad para expandir tu círculo de amistades; quién sabe, tal vez surja otro viaje a partir de ahí.
Y al terminar el día, cuando la puerta de tu habitación de hotel se cierra a tu espalda, ¿qué ocurre?
Puedes leer un libro, escribir un rato o hablar por teléfono con alguien para contarle tu experiencia. Después, toca cena, ducha y a descansar, sintiéndote orgullosa de no haberte permitido perdértelo.
Como ves, yo también tuve que superar mis propios prejuicios antes de embarcarme en cada una de esas citas conmigo misma, y me siento tremendamente orgullosa porque me ha descubierto muchas posibilidades y ha impedido que me pierda esas cosas que realmente me gustan hacer.
Y tú, ¿Te animas a tener una cita contigo?